Las vacaciones, igual que fin de año o nuestro cumpleaños, son muchas veces un punto de inflexión, un momento de parón o de salir de la rutina habitual y nos permite en algún momento observar, replantear, pensar… en nuestra situación actual. Es una invitación a la auto-introspección.
En cierto modo hacemos un análisis de nuestras vidas y como si fuera la escuela le ponemos nota o valor en general y en los distintos aspectos… y luego en función de esa métrica inventada lo catalogamos como bueno o malo. Y justo después posiblemente nos centramos en lo malo y nos damos latigazos mentales por ello.
Yo prefiero creer que bueno y malo no existe. Que todo lo que nos pasa es neutro. Algunas situaciones las vivimos de forma más agradable para nosotros, otras de forma menos agradable. Las que nos gustan, no nos hacen sentir cómodos o incluso nos hacen sentir algún tipo de dolor… tampoco son malas… simplemente éste sentimiento de malestar prefiero verlo como una alarma, una señal, un síntoma… de que algo no va como a mi me gustaría, o bien que tengo miedo. Y ni el malestar ni el miedo son malos si lo entendemos así: es una oportunidad para abrir más los ojos, observar y aceptar esa situación, abrazarla y la entendamos o no tomar una decisión si hace falta, buscar la forma de alejarnos de ella, de aprender lo que debemos, de superar ese reto…
Quedarse delante de una piedra y estar allí amargado, enfadado, refunfuñando y solamente quejándose no va a mover la piedra ni va a hacer que tú te muevas. Al contrario, te va a llevar a una espiral sin salida posiblemente. Plantearte cómo has llegado hasta la piedra, o como cayó la piedra delante de ti, ver si se puede mover, si la puedes mover tu, si te conviene pedir ayuda, si puedes pasar andando por el lado, si das media vuelta…. pararte a cuestionarte todo eso te abre un sinfín de opciones. Incluso puedes llegar a darle las gracias a la piedra, y a ti mismo por haberte permitido oír ese malestar, observar la situación, aceptarla y con mucho amor y respeto hacia ti y hacia la piedra moverte o ayudarle a moverse.
La piedra en sí muchas veces es lo de menos, es como te sientes tu respeto a ella. Por éso la piedra no es culpable de nada. Cada uno tiene la responsabilidad de conectar con su ser interior en ese momento y sentir con respeto y amor, y a partir de allí tomar las decisiones que crea mejor para su mayor bien…
Yo de hecho me autoinvito a mi misma cada vez a estar más y mejor conectada con mis sentimientos, no esperar a vacaciones, fin de año o mi cumpleaños sino a diario. Esto me permite ir tomando decisiones a diario que hacen que viva de una forma más agradable, y que vaya creando mi vida más en coherencia con quien soy y por como soy. Por que cada uno de nosotros somos únicos y no nos van los mismos patrones ni formas de hacer, cada uno debemos encontrar nuestra propia fórmula. Observar, aceptar, estar agradecido y pasar a la acción… son actitudes que llevan a un mejor bienestar.
Ir hacia dentro, escucharnos, sentir, ser en coherencia… forma parte de nuestro camino aprender a lidiar con todo ello… ¿cómo lo llevas?